lunes, 17 de mayo de 2010

ANTOLÍN






Se llama Andrés Olgiatti, pero para hacerle justicia habría decir que es un poeta editado, un fanático de Volver al futuro y Los excéntricos Tenenbaums, un ejecutor del romanticismo más triste y, sobre todo, un apasionado por lo nostálgico (como los VHS). Con solo un EP (el perfecto Buen finde, 2008) y un disco (Diarios íntimos del futuro, 2009) editados y ofrecidos gratuitamente en la web por el sello LAPTRA y que se pueden escuchar  en su MySpace, Andrés, residente de La Plata - cuna de grandes músicos - hereda esa simpleza de Smith y Nick Drake y la convierte en espejo de todas esas cosas que lo hacen a uno uno. Identidad, que le dicen. Por eso, no es casual que la manufactura del disco sea puramente artesanal y, claro, íntima.

Hablar de Antolín es también hablar de La Plata, lugar donde reside actualmente y donde parece existir una mística especial para crear canciones (Estelares,Crema del cielo, Don Lunfardo).  "La Plata es lo que es porque siempre está abierta a recibir influencias de todos lados". Y las influencias de Andrés también son muchas y van desde Pavement, pasando por Radiohead (fundamentalmente), hasta Los Rodríguez. 
Prioriza la letra en las canciónes. Quizás no sepa mucho de sonido,
Tiene predilección por poner la palabra en un sitial superior. Y las frases de Antolín abordan el amor más inocente ("Este año voy a ser presidente de tu clase"; "De vez en cuando me llegan mensajes de texto con la sigla TQM"), la nostalgia ("Te regalo una voz especial para nombrar las cosas que ya no están") y, sobre todo, esa luz que se desprende de la tristeza ("Pase lo que pase aquí, ya sabés: no vale morir"). Sin embargo, probablemente Antolín no haya escrito todavía una canción más perfecta y hermosa que "No siento nada", donde suplica: "No me llames ni me invites a tu casa para ver videos o fumar o distraernos con abrazos y con besos, no es que no me guste, es que yo no siento nada del mundo" y concluye con otra frase elliottsmithesca: "tal vez me deprimo demasiado bien". Lo que se dice un poeta en acción! 

Desde las tapas de su EP y LP - diseñadas por él mismo - hasta el núcleo mismo de sus canciones, está claro que todo lo que viene de Antolín viene de sus tardes mirando películas o jugando a los videojuegos, o leyendo Sylvia Plath, hasta esos momentos en los que, porque quiere, pone el lado B de In Rainbows y escucha "4 Minute Warning": "Cuando estoy componiendo, pongo todo lo que me gusta en las canciones, porque todo lo que me interesa termina funcionando como metáfora de mi actitud ante la vida. En ese sentido, las películas dejan de ser solo películas: son herramientas para manifestar algo". Y esas manifestaciones son, sin duda, el colmo de la más hermosa sencillez. 



Se ha escrito y no es infrecuente escuchar que Antolín es un artista depresivo, cosa que no es verdad. Hay en la obra de este músico, que conjuga, desde el arte del disco, dinosaurios prehistóricos con automóviles retro-futuristas en plan Mad Max, cierta pulsión de advenimiento. Antolín es un artista del porvenir (en el sentido nitzscheano), que sabe que el futuro "ya pasó", que "todo lo nuevo está muerto", y que la materia siempre deja sus huellas, por lo que no hay nada netamente original.
Sólo queda la belleza, parece disparar el poeta.
Hay cierta luminosa oscuridad en el disco. Un zapateo sobre la tumba del rock, que pone de relieve su fallecimiento, pero al mismo tiempo, casi sin quererlo, lo recrea, lo reanima, lo vuelve interesante, otra vez.

"Pase lo que pase aquí/ ya sabés/ no vale morir", apunta en "Forasteros". Es increíble como un músico puede hacer tanto con tan poco: una guitarra acústica, un teclado, y una PC hogareña. Nada más. A su modo, Antolín retoma el gusto por los estribillos apocalípticos de El Mató a un Policía Motorizado. 
"Nena nunca fui un chico triste de ciudad/ el desierto es mi lugar/ te invito a caminar/ bajo el sol mortal/ no me pidas que toque más esos covers de bandas darks" (Chico triste de desierto). 
"Qué voy a ver/ si todo lo nuevo está muerto/ qué voy a oir/ si todo lo nuevo está muerto/ hoy te regalo una voz especial/ para nombrar las cosas que ya no están/ y las comparto con vos/ este día es el mejor/ porque todo murió/ sólo quedamos vos y yo" (Todo lo nuevo).

Antolín tiene un plan, y está dispuesto a llevarlo a cabo: romper con la vida circular y burguesa de las ciudades. "Quiero una vida en un lugar salvaje/ donde el peligro sea mayor", confiesa en "El retador del peligro".
Antolín creó un mundo personal en el mundo, para que se posen las almas sensibles, que es lo mismo que decir que encontró su lugar en el mundo.

Demuestra que no siempre músico se nace, también se hace– ocurrió hace dos años. “Me di cuenta de que varios de los poemas que venía escribiendo, a diferencia de otros, tenían una estructura de canción. Entonces agarré una guitarra y empecé a cantarlos.”
El resultado fue Buen finde, un EP frágil, hecho de guitarras acústicas (con alguna que otra distorsión) y voces que oscilan entre el susurro y el llamado de atención. 
  Sus canciones –pequeños temas como No siento nada, Asalto comando o Vigilante de la oscuridad– disuelven cualquier timidez del cantautor y terminan imponiéndose a fuerza de letras cotidianas y estribillos que se tararean casi desde la primera vez que se escuchan.
Antolín cuenta que su cabeza dio un vuelco cuando conoció Belleza y Felicidad, la galería-librería que regenteaba la poeta Fernanda Laguna y que fue epicentro de cierta literatura under hace unos años. De aquella experiencia (que resultó en la edición de tres libros propios: Jabón Federal, Quiero destruir algo hermoso y Las personas no me quieren lo suficiente), Antolín conservó un impulso por escribir, que también comparte con sus compañeros de Laptra. 

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